Crater del volcan Santa Ana en El Salvador

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¿Por qué quiero ser escritor de viajes?

“No es el mejor trabajo del mundo, pero alguien lo tiene que hacer.” Con estas palabras acabó la velada que compartí con un escritor de Lonely planet.

Fue el siglo pasado, en un albergue en ecuador, a los pies del volcán Imbabura. Éramos los únicos huéspedes de aquel hostal, los únicos comensales que probarían aquella sopa de verduras en platos de plástico rojo.

Yo ya había hecho mis pinitos con la mochila y mis experiencias merecían ser escuchadas, pero aquel hombre con ojos grandes y mirada curiosa, tenía demasiadas aventuras que contar. Y allí estaba yo, con veintipico años, entre cucharada y cucharada, digiriendo historias sobre Vietnam, Tailandia y países que todavía no sabía situar en el mapa. Aquel día, decidí que quería ser escritor de Lonely Planet.

A los dos días, me pasé por un librería en el centro de Quito para comprar materiales de escritura. Los más caros. Por dinero que no fuese. Y cargado de ilusiones, con una mochila de 10 kilos y un diario con tapas de cuero, partí para Baños. Esto es lo que escribí en la primera página con letra muy esmerada: “En Baños se pueden cambiar los cheques de American Express en la panadería. Los billetes de un dólar huelen a café y los de 50 a croissant.” Y con estas palabras tan descafeinadas como aromáticas, di por finiquitada mi carrera como escritor de viajes. Escribir requería demasiado esfuerzo, y mientras sufría delante de aquellas páginas en blanco, mis amigos estaban haciendo rafting.

¿Cómo nació Gaceta de viajes?

No fue hasta veinte años más tarde que un indio llamado Pakchal, el presidente de un club de Toastmaster en Doha, me preguntó por qué siempre hacía presentaciones sobre viajes. “Pues porque yo quiero ser escritor de Lonely planet”, contesté en un arranque de espontaneidad. Palabras que me resultaban familiares, y que habían salido de ese rinconcito, cerca del corazón, donde cumplían cadena perpetua hacía veinte años.  

Y es que, poco a poco, con una pequeña cuchara, mi pasión por la literatura de viajes había excavado un túnel bajo el muro que le aprisionaba. Un agujerito pequeño, suficiente para ver la luz, igual que el que hizo el conde de montecristo en las murallas del castillo de If.   Aquel día compré el dominio de Gaceta de viajes.

Ya solo quedaba encontrar mi tesoro, mi fortuna enterrada, mis recuerdos de viajes. Y allí estaban, donde siempre han estado, donde los dejé, en las páginas de mis Lonely planet. En esas páginas donde suelo escribir notas con letra pequeña.

Y si bien mis historias no me hacen un hombre rico, como al conde sus esmeraldas y diamantes, quizás porque he llegado 20 años tarde y ya se han llevado los pedruscos más grandes, o porque hay más perros que huesos, la cosa es que aquí estoy, engalanado con mis mejores atuendos, exhibiendo metáforas, haciendo reverencias a diestro y siniestro, mientras cruzo los pasillos googlescos para presentarme en sociedad.

“Me llamo Javi, hijo de mi tiempo y heredero de mis decisiones. Llevo veinte años queriendo ser escritor de Lonely planet, pero he acabado siendo bloguero de viajes. “No es el mejor trabajo del mundo, pero alguien tiene que hacerlo.”

¡No te pierdas mis consejos!